“Roma”, la última de Cuarón, ¿la mejor del año?

El director mexicano sorprende con este relato en blanco y negro de la década del setenta.

La frase “creación de un universo” se usa casi indiscriminadamente en el cine, pero pocos directores modernos son mejores para forjar una experiencia que sumerja completamente en un viaje al espectador como el director mexicano Alfonso Cuarón.

Nos ha llevado al espacio exterior, y al borde del deseo, a futuros lúgubres y de regreso a la nostálgica ansiedad de la infancia. Y cada una de sus diferentes fantasías tiene una manera de quedarse impregnada en nuestra conciencia, prolongándose tan efectivamente que suelen tener un lugar privilegiado entre el resto de nuestras propias memorias.

Seguramente este será el caso de “Roma”, una pieza hipnótica, neorrealista sobre una familia de clase media en la Ciudad de México de la década de 1970 que está inspirada en la infancia del director. Su inminente estreno en salas de EEUU y luego en Netflix ya está dando que hablar y se perfila para ganar premios.

Se trata de un tipo diferente de autobiografía, que en vez de mirar hacia el interior y contar la historia desde su propia perspectiva, Cuarón se sale de sí mismo y elige rendir homenaje a las vidas privadas de dos personas que los hijos sólo ven a través de su propio contexto: a su madre y a su nana.

La nana Cleo, quien además de cuidar a los niños también se encarga de hacer el resto de las labores domésticas de la casa, es quien recibe un trato estelar en “Roma”.

Retratada con una sorprendente seguridad y profundidad por la actriz debutante Yalitza Aparicio, Cleo podría parecer modesta y reservada, pero es una observadora aguda de todo lo que está pasando a su alrededor, sin importar qué tan pequeño sea. Trata con seriedad la soledad del menor de los cuatro hijos del doctor para el que trabaja.

Parece saber que cuando su patrona Sofía (Marina de Tavira en un exquisito papel) la regaña para que recoja el excremento de perro en el garaje no se trata de ella. Está acostumbrada a absorber el dolor de otros, lo que hace que sus propias dificultades a lo largo de la película sean más devastadoras de experimentar.

Y como ocurre con muchas familias que tienen a una empleada doméstica viviendo con ellos, Cleo recibe una paga por sus servicios, pero en realidad funciona como una figura maternal para los niños de la casa tanto o más que su propia madre, quien en el momento de la película está distraída tratando de mantener la atención de su esposo sinvergüenza.

En general los hombres en “Roma” son unos patanes, desilusiones y fastidios que dejan a las mujeres, y al público, enfurecidos.

Quizá todo esto parezca muy vago, pero “Roma” es un viaje que no se presta realmente a puntos simples en la trama.

Es sencillamente una muestra de la vida de esta familia, en el momento en el que se encuentran tratando de ajustarse a la dinámica sin un padre y dándose cuenta que quizá Sofía y Cleo son suficiente, y probablemente siempre lo han sido, cuando van de la ciudad al campo para unas vacaciones y de regreso a la realidad de su casa donde la agitación política ha llegado a un punto de ebullición.

Cuarón no tiene problema en tomarse su tiempo con “Roma”, deja que la cámara se estacione sobre sus personajes y las frustrantes banalidades de lo ordinario, la vida diaria que se filtra a uno con significación poética a medida que la película avanza, como un garaje con excremento de perro que Cleo está siempre recogiendo y un auto demasiado grande para entrar en él.

Este tipo de paciencia que hace que tantos momentos sean indelebles y conmovedores, desde algo tan pequeño como Cleo sentada en un cine, a una fiesta de fin de año que se tiene que interrumpir por un incendio, se trata de una cinematografía del más alto nivel.

Netflix ha dado a “Roma” un tiempo de exhibición en cines antes de que llegue a su servicio de streaming el 14 de diciembre y ha habido mucho debate sobre como “debería” verse.

Definitivamente es una película que se intensifica con la gran pantalla, y el enfoque implícito que este tipo de experiencia visual exige, pero las grandes películas son grandes películas sin importar el medio en el que sean vistas. Simplemente guarden el celular y permítanse sumergirse en la serena y trascendente experiencia de “Roma”.

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